¡Hola a
todos!
Hoy os
quiero hablar de la clase de ruso que tuvimos el otro día. En una de mis
asignaturas del máster, Metodologías,
siempre surgía el debate sobre que lengua deberíamos utilizar (si la L1 o la
L2) cuando estamos dando clase de español, especialmente en niveles
principiantes. En mi caso, siempre he pensado que la L2 debe ser tratada tanto
como sea posible desde niveles bajos, ya que ayuda a entrar en contacto con
ella desde un primer momento y el oído se va acostumbrando mejor a los nuevos
sonidos. Aunque la verdad, no creía que fuese posible empezar desde cero
solamente con la L2 (siempre he pensado que una mezcla de las dos lenguas es lo
mejor). Pero después de esta clase de ruso, mi visión al respecto ha cambiado
por completo. Veamos qué es lo que hicimos en clase exactamente.
Estábamos
en clase esperando a que la profesa llegará, cuando de repente entró una chica
joven hablando en ruso. Al principio me pilló un poco desprevenida, pero
después recordé de qué iba la cosa y cogí la clase con muchas ganas. Cuando
Amanda, la profesa, empezó a hablar en ruso pensé que la hora de clase se me
haría muy larga y que no lograría entender nada de lo que estaba diciendo. Pero
la verdad es que pasados cinco minutos te acabas acostumbrando a esta nueva
lengua y no resulta tan difícil comprender lo que la profe dice, especialmente
porque Amanda acompañaba sus palabras con gestos. Además, también utilizaba
elementos visuales, como fotografías, para ejemplificar.
La clase
empezó con una presentación por parte de Amanda, y acto seguido nos repartió la
correspondencia entre el abecedario ruso y el español, y así pudimos escribir
todos nuestros nombres. Y así es como mi nombre se escribe: Паула. Después de
esto, aprendimos a preguntar por el nombre de una persona y a responder a esa
misma pregunta. Lo que hacía Amanda era decirlo ella primero, luego hacernos
repetirlo a todos en coro y por último, de uno en uno teníamos que hacerle la
pregunta al de al lado. La verdad es que todo el proceso fue muy entretenido, aparte
de aprender, nos lo pasamos muy bien. Después de esto, pasamos a aprender
vocabulario relacionado con el tema “fiesta” que luego utilizaríamos en unos
diálogos. El vocabulario lo aprendimos con ayuda de imágenes, así que en ningún
momento se nos dio la traducción en español, y el diálogo lo tuvimos por
escrito (aunque luego también hicimos un ejercicio dónde teníamos que rellenar
los huecos que le faltaban al diálogo). Por último, pusimos el diálogo en uso
al tener que levantarnos y hacer ver que estábamos en una fiesta (¡con vasos de
plástico incluidos!). Esta última parte es la que se me hizo más pesada, ya que
teníamos que hablar con varias personas y se hacía cansado tener que repetir
siempre el mismo diálogo.
En general,
la experiencia fue muy buena, y me ha ayudado a ver que dar una clase solamente
en la L2 es exactamente lo que deberíamos hacer, ya que los alumnos lo
entienden todo (siempre que nos ayudemos de gestos e imágenes). Cuando a
principios de año empecé con las clases de alemán, nuestra profesora (nativa)
daba un 80% de la clase en alemán, aunque muchas veces recurría al español
cuando veía que mucha gente no acababa de entender un concepto. Está claro que
enseñar vocabulario en la L2 es mucho más fácil que no enseñar la gramática, ya
que hay conceptos complejos y difíciles de entender en otra lengua. También,
cuando estuve en Alemania haciendo clases de alemán (hice el nivel A2), la
profesora hablaba en alemán todo el rato, no recurría a otro lengua en ningún
momento (cierto es, que los alumnos éramos cada uno de un lugar distinto y no
compartíamos lengua materna, aunque todos hablábamos inglés). Gracias a estas
experiencias, y ahora a la clase de ruso del otro día, estoy convencida de lo
beneficioso que es empezar desde cero con la L2.
Esto es
todo por hoy, ¡hasta la próxima!
Paula